miércoles, 4 de abril de 2018

El liderazgo según los clásicos. Lecciones para el mundo de hoy

Escribe Mireia Tintoré: Hay que recuperar la educación en valores que parecen haber caído en desuso, tales como el esfuerzo, el servicio, la magnanimidad o la solidaridad.
Es cierto que el término líder no aparece hasta el siglo XIV, y la palabra liderazgo es del siglo XIX; sin embargo, los pensadores y literatos del mundo clásico desarrollaron, quizás sin saberlo, una auténtica teoría de liderazgo que está en los orígenes de todas las buenas aproximaciones al tema producidas en los últimos tiempos.

En efecto, desde Homero hasta Erasmo −pasando por los tres grandes clásicos de la filosofía griega, por CicerónAgustín de HiponaTomás de Aquino o Ramon Llull− todos los pensadores antiguos coinciden en describir al líder y el liderazgo con algunas características que serían muy deseables en aquellos que hoy están al frente de cualquier institución.
Muchas son las aportaciones de estos grandes hombres. En primer lugar, señalan que el gobierno de la polis −y, por extensión, de cualquier corporación− es una de las más nobles actividades del ser humano y por eso consideran la educación de los líderes como algo crucial. En segundo término, defienden que la política −el gobierno, la gestión− no es algo separado de la ética. Además, consideran que el líder ha de empeñarse en el servicio a los otros en lugar de buscar su propio interés por medio de cálculos e intrigas. Por último, piensan que el liderazgo no está relacionado con el poder, sino con la autoridad, entendida esta como “el arte de conseguir que otros hagan lo que ha de hacerse basándose en la ejemplaridad del líder”, en lo que llamamos −con razón− su “autoridad moral”.
Si bien estos pensadores clásicos fueron personas de su tiempo y en ocasiones pecaron de actitudes antifeministas y elitistas; no podemos negarles el mérito de haber abierto el camino hacia teorías de liderazgo que, basándose en sus principios, han sido capaces de superar las limitaciones de aquella época y “democratizar” el liderazgo, haciéndolo patrimonio no de unos pocos sino de todos.
En efecto, superadas ya las teorías del gran hombre y la noción de que “el líder nace” y, por lo tanto, es algo solo al alcance de algunos seres privilegiados, las últimas teorías de liderazgo transformador y distribuido señalan que cualquier persona puede ser un líder. Por eso, el liderazgo no se encuentra únicamente en la cúspide de las organizaciones, sino repartido por estas. En palabras de Peter Drucker: “Ninguna institución puede sobrevivir si necesita genios o superhombres para dirigirla. Debe ser capaz de organizarse de manera que las cosas funcionen con un liderazgo compuesto por seres humanos normales”.
Existe, por tanto, una teoría primitiva en torno al liderazgo cuyas características principales pueden servir como orientación para los líderes del mundo actual y contribuir a mejorar el gobierno de las organizaciones. Siguiendo a los clásicos, se puede poner especial atención en la educación de los líderes. En la actualidad, esto significa educar a todos los jóvenes para que en el futuro puedan manifestar su potencial de liderazgo. Para ello hay que recuperar la educación en valores que parecen haber caído en desuso, tales como el esfuerzo, el servicio, la magnanimidad o la solidaridad, por citar solo unos pocos.
Aristóteles decía que la habilidad (competencias) no es menos necesaria que la virtud (valores) para el gobierno de la polis. Muchos siglos más tarde, Kenneth Leithwood (especialista en liderazgo educativo de la Universidad de Toronto) señala que ser líder consiste en “hacer bien las cosas correctas”. Es decir, liderar no implica solo ser una buena persona y hacer lo correcto; es necesario hacer las cosas bien, ser efectivo, conseguir resultados, crear valor. En definitiva, conseguir los objetivos de la organización mejorándose a uno mismo y a los que trabajan en ella.
Hemos de recuperar para nosotros y para nuestros jóvenes esa educación en carácter y competencias que los pensadores reclaman y recordar que ducere (‘conducir, gobernar’) y educere (‘educar, sacar de dentro’) son verbos muy similares que no deben andar nunca demasiado alejados uno de otro.
Mireia Tintoré
[Resumen de un artículo publicado para ‘The Interdisciplinary Journal of Civic and Political Studies’: “Political leadership under the classic thinkers”, de Mireia Tintoré, profesora del departamento de Educación y Casilda Güell, profesora del departamento de Ciencias Jurídicas y Políticas, de la Universitat Internacional de Catalunya].
Fuente: sumandohistorias.com. / almudi.org
Juan Ramón Domínguez Palacios /  http://enlacumbre2028.blogspot.com.es

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