lunes, 28 de octubre de 2013

Respetar la libertad del Papa

Lo evidente es que la Iglesia ha de centrarse en lo positivo, en anunciar a Cristo, porque esa es su misión; todo lo restante será proclamado en servicio de ese anuncio y de enraizarnos en la vida de Cristo, que es el objetivo del cristiano

      Recientemente ha escrito Vittorio Messori un artículo referido a la preocupación de algunos católicos por ciertas expresiones del papa Francisco, seguramente mal comprendidas. Después de citar los últimos pontífices, escribe: «¿Quién, por alejado o contrario a la Iglesia que sea, podrá negar que se trata de personalidades de insólito relieve, unidas por la misma fe y por el mismo compromiso en su función, pero con grandes diferencias de carácter, distintas historias y culturas, distintos estilos pastorales?».

      Y es éste precisamente el punto que para muchos, incluso católicos, parece no estar claro: independientemente de quién sea el hombre que ha llegado al papado y cuáles sean nuestras consonancias o disonancias humorales en relación con el mismo, siempre será el sucesor de Pedro, responsable y guardián de la ortodoxia, por lo tanto un hombre de Dios que no sólo se debe aceptar, sino también hay que rezar por él y obedecerle con respeto y amor filial.

      Aquí podría finalizar mi artículo y dejar tranquilas algunas conciencias católicas más dadas a opinar de todo que a considerar que el papa siempre será el sucesor de Pedro y por tanto gozará de la asistencia del Espíritu Santo cuando haga magisterio. Pero están también los no católicos e incluso medios abiertamente anticatólicos, que desean llevar el agua a un molino que perdurará seco porque esas aguas jamás se verterán en él. Son, por ejemplo, quienes hacen al papa de izquierdas cuando se declara que no era de la derecha, refiriéndose al término con que en Argentina se designaba a la dictadura militar. Otros, por el contrario, le acusan de connivencia con ese régimen porque Francisco se desentiende de su propia defensa. Tal vez la única vez que lo hizo fue cuando empleó ese término confuso para quien no conoce los vocablos de aquel país en ese tiempo.

      Volando de vuelta a Roma desde Río, le preguntaron la razón por la que no había hablado del matrimonio homosexual, a lo que respondió: «La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso. No era necesario volver sobre eso, como tampoco hablé sobre la estafa o la mentira, u otras cosas, en las cuales la iglesia tiene una doctrina clara». En otro momento declaró su respeto por los homosexuales. Una y otra declaración han hecho concluir a personas interesadas que Francisco estaría a favor de esas uniones. Y es obvio que no es lo mismo respetar a las personas que autorizar a no vivir la virtud de la castidad a nadie: homosexual o heterosexual, soltero o casado.

      Afirmó también que la Iglesia no puede estar continuamente hablando de divorcio, aborto o de esas uniones de personas del mismo sexo. Interpretación sesgada: estas cuestiones cambiarán. Pero lo evidente es que la Iglesia ha de centrarse en lo positivo, en anunciar a Cristo, porque esa es su misión. Todo lo restante será proclamado en servicio de ese anuncio y de enraizarnos en la vida de Cristo, que es el objetivo del cristiano. Si la predicación se centra en el pecado, además de ser fea, se descentra de su cometido. San Pablo escribió: «Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí». Ahí está la fascinación del vivir cristiano, en la identificación con el Dios hecho hombre.

Pablo Cabellos Llorente

El Levante EMV / Almudí

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